Tihom Blanco 2020

Tierra de blancos olvidados

Desde el siglo XVII, existen documentos que apuntan a una predominancia histórica de la uva blanca en Rioja. Sin embargo, a principios del siglo XX, la llegada de la filoxera —una devastadora plaga de origen americano— arrasó los viñedos de la región. Este desastre, sumado a la creciente demanda de uvas tintas, impulsó un drástico “cambio de color” en los viñedos y una lamentable pérdida de numerosas variedades autóctonas, especialmente las blancas. 

En las últimas décadas, un renovado interés ha surgido en torno a estas variedades blancas olvidadas. Bodegas, viticultores y la Universidad de La Rioja han colaborado para explorar los escasos viñedos antiguos que aún conservan cepas blancas, en la búsqueda de esas “variedades perdidas” con potencial para elaborar vinos de alta calidad.
 
De todas ellas, una destaca por su estructura, complejidad y singularidad: la Maturana  Blanca. Fue precisamente con esta variedad con la que comenzamos a trabajar desde el momento en que tuvimos la oportunidad de catar los primeros vinos experimentales elaborados a partir de ella.

Sin embargo, sentimos que los vinos no estaban completos, por lo que decidimos “sostener” esta con otra de las grandes variedades españolas: la Garnacha Blanca. Aunque los registros oficiales indicaban que casi no quedaban viñedos de Garnacha Blanca en Rioja tras la filoxera, en realidad esta variedad se encontraba con cierta frecuencia en las zonas altas de viñedos antiguos, generalmente mezclada con Viura, lo que hacía que pasara desapercibida.

Una unión llamada al éxito: la amplitud y complejidad de la Maturana Blanca, enriquecida con la longitud, acidez y mineralidad que aporta la Garnacha Blanca.

Un gran blanco elaborado, de nuevo, huyendo de la dominancia de viura en Rioja.